La marca personal, centrada en la persona
Durante nuestra vida el proceso de aprendizaje es contínuo. De niños aprendimos a pedir en Navidad regalos, a cambio de nada. Cuando crecemos seguimos pidiendo y en algunos casos, exigimos a Dios o a nuestras autoridades tanto familiares como sociales, recibir beneficios a cambio de promesas de cumplimiento de nuestras obligaciones.
Este tipo de aprendizaje perdura como parte de nuestros códigos culturales y cuando hacemos negocios, los pretendemos hacer “de saliva”, en otras palabras, se espera recibir algo de nuestra contraparte, sin la intención de aportar nosotros lo suficiente y necesario.
Una forma simple para romper este código cultural es que desde niños aprendamos a jugar con una pelota, para de esta forma entender que para poder recibir la pelota es necesario primero lanzarla. En otras palabras, la inercia se rompe cuando antes de pedir, estamos dispuestos a aportar.
Cuando algunas empresas o profesionistas me buscan solicitando apoyo en el diseño e implementación de su estrategia de mercadotecnia, por lo general encuentro personas centradas en definir la imagen que quieren que perciban de ellos el mercado, cuando lo importante es encontrar aquello en lo que pueden aportar algo de valor y lograr ser insustituibles.
En el caso de los profesionistas, abogados, médicos o contadores que me buscan,
Percibo que no tienen tiempo o medios para realizar un análisis, sobre cuál es el modelo de pensamiento que fundamente su acción. En las sesiones de coaching que tengo con ellos, descubren que lo importante es conocer en qué pueden ayudar a los demás y cómo pueden ser aún mejores en aquello que tienen que aportar.
El objetivo final en el ejercicio de una profesión, por lo tanto, es la otra persona (cliente o paciente), nunca uno mismo. Entonces, la marca personal vendrá atribuida por aquellos a quienes han ayudado con su talento.
Por definición, el desarrollo de una marca personal lleva implícito que lo importante es la percepción que los demás tienen del profesionista. Es decir, su imagen. Y esta imagen es, según mi experiencia, efímera porque se basa en algo exterior, ajeno al profesionista, que es la percepción de los demás. Y además, ellos buscan que esas mismas personas que sólo le conocen una máscara, lo validen como persona.
En mi experiencia como coach, me he encontrado a profesionistas que se lanzan a las redes sociales sin una historia de fondo que los sustente, atrapados en el siguiente silogismo: “Como quiero tener más marca personal, me centro en mejorar mi imagen. Como necesito que me perciban, me meto en las redes sociales. Como en las redes sociales nadie escucha lo que digo, me dedico a seguir a gente esperando un follow back”.
En contra de todo este absurdo movimiento en pos de la imagen yo promuevo para los profesionistas un concepto de marca personal, centrado en la persona. Este enfoque surge de la respuesta a las preguntas “¿qué tengo yo de valor que pueda aportar a los demás?”, “¿qué tengo yo de valor que pueda aportar para que este mundo sea un sitio mejor?” “¿Por qué alguien debería dedicarme su tiempo y/o dinero?”.